sábado, 30 de mayo de 2009

Mis cosas curiosas

Desde el blog Shikihouse, que sigo desde hace un tiempo y me resulta bastante enriquecedor, recibo una invitación consistente en relacionar siete cosas extrañas, diferentes o raras de mi persona. Este obsequio deriva de un merecidísimo premio que recibió Shikilla al Blog femenino, y que aprovecho para suscribir. En principio cuesta un poco distinguir esas cosas “raras” de lo que llamamos manías, pero en cualquier caso no me resulta difícil contaros algunas cosas de mí.
  • 1. Me encanta viajar. A primera lectura se que ello no es nada raro ni extraño, pero es que lo que a mi me gusta exactamente es el trayecto de los viajes. Se puede decir que disfruto casi por igual en el camino que en el destino. Es decir que cada viaje me supone tres espacios interesantes, la ida, la estancia y la vuelta. Tengo que decir que casi siempre viajo en tren, y en cada viaje he tenido ocasión de conocer gente muy interesante, y cuando no es así, es un tiempo de reflexión del que suelo disfrutar.
  • 2. Al igual que Shikilla, no soy yo, si no me acuesto requetetardísimo. Aún a costa de tener que hacer grandes esfuerzos para madrugar al día siguiente, no cejo en mi empeño, porque es que la noche me procura momentos de los que no dispongo durante el día y es mi preciada hora de la relajación.
  • 3. Otra cuestión, la cual siento profundamente, es mi excepcional fobia a cualquier bicho o animal que se mueva (por ahora puedo con los gatos de escayola). No puedo soportar que se me acerque desde un inocente pajarito hasta el más cariñoso de los canes. Es superior a mí, de momento es algo que me puede, y que me crea más de un problemilla, ya que, así como ciertas mascotas son difíciles de encontrar en las casas, los perros abundan en gran parte de las de mis amigos o familiares, y soporto amargamente ciertos envites.
  • 4. Negación automática de las prisas para todo. No tengo coche y diariamente tengo que viajar 4 o 5 veces en autobús. Un día (después de estar a punto de protagonizar una de las mejores caídas de videos de primera) decidí que se habían terminado los sprints a la caza del colectivo. Ahora los veo llegar a mi parada, y como siempre, yo estoy lejos. Tranquilidad absoluta, a los sitios que suelo ir siempre voy bien de hora, en diez minutos llegará otro, mi integridad física me lo agradece y mis conatos de stress también. Se acabó el correr, sin tener prisa.
  • 5. Cuestión marcas. Desde que tengo uso de razón no recuerdo haberme comprado absolutamente ninguna prenda de ropa que tuviera una marca conocida. No lo soporto. Mi incapacidad está por encima de la razón económica (que tampoco lo soportaría), pero siento tal impotencia ante la saturación de publicidad que nos envuelve, que ésta es mi forma de rebelarme ante ello. En alguna ocasión por falta de información me han regalado estas marcas y claro que las he usado, que no estoy yo por despreciar un regalo, pero nunca una compra mía se dirigirá hacia ellas.
  • 6. Me encanta ver fotos antiguas, las del siglo XIX de gente anónima o conocida, de cualquier país, me suelen impresionar, y reconozco que me apasiona más ver esas fotos que cualquier exposición de pintura. Yo solita me hago mis composiciones de las historias tremendas que pueden transmitirme ciertas imágenes. La forma de vestir antigua, los juguetes, los objetos, medios de transporte, carnets, cartas de amor, fotos de familias enteras, etc… A esto hay que añadir los documentales políticos o sociales que han dejado imágenes en movimiento dignas de observación.
  • 7. Me encanta la gente mayor. Siempre que tengo ocasión, si salgo con mi madre a pasear o coincido en el bús, provoco alguna conversación que me permita escuchar historias, las de antes, y como ven el mundo ahora. Por saludo, una sonrisa y después todo viene rodado. No entiendo mucho porque nos tenemos tanto miedo entre la gente, cuando no nos conocemos, y nos cuesta tanto reaccionar mas naturalmente, como somos, creo que entablar algún diálogo con desconocidos nos enriquecería mucho y ayudaría a ser menos autómatas.

En fin, he tratado de contaros algunas cosillas mías que espero hayan cumplido con el cometido de la invitación, que por cierto, he estado encantada de recibir. Un abrazo fuerte

sábado, 16 de mayo de 2009

¿Crisis de qué? de valores

En el último mes la información sobre el virus de la gripe porcina ha sido la estrella informativa. Su nacimiento y evolución han dado lugar a estadísticas detalladas sobre el número exacto de heridos graves, leves, muertos, posibles. Después de tanto ametrallar con la misma ralladura, me digo que escrupulosos somos con las enfermedades del primer mundo, caray¡
Solo adquieren gravedad y dimensiones de “pandemia” cuando nos afecta a nosotros. Mientras, mensajes ahogados de ayuda provenientes de nuestras Áfricas, Asias, Sudaméricas queridas, no obtienen respuesta, ni la difusión que necesitarían. Es decir, aquí en el llamado primer mundo, importa más el lugar de donde sean las víctimas que la cantidad de damnificados de una tragedia.
Varios son los factores que se acumulan en esos países para llegar a tal nivel de vulneración del derecho a la vida: escasez de recursos, alta natalidad, falta de educación, ausencia de infraestructuras económicas, industriales, agrarias, etc.
Al otro lado del globo sufrimos de exceso de todo, hasta de soledad…
Y ojalá solo fueran las epidemias. Porque las hambrunas también existen y matan, destrozan la vida que intenta incansablemente aparecer. El sida que desde que asomó al mundo ha sembrado muerte en su macabra visita, la meningitis, el cólera, sacuden con fuerza a débiles cuerpecitos que apenas comenzaban a luchar.
Eso si son pandemias, las vidas se exterminan a la misma velocidad que aquí firmamos créditos para consumo tristemente innecesario, y de esas muertes recibimos noticias muy puntuales en los medios. Gracias a las ONGs y congregaciones misioneras que intentan paliar en gran medida este infortunio desgraciado.
Por eso, no quiero saber nada más de esta nueva gripe, porque eso significa quitar la mirada de las antiguas, de esas a las que ya no nos quedó más remedio que acostumbrarnos. No quiero acostumbrarme. No quiero saber de un solo enfermo más, si no me informan de cómo van otras epidemias.
¿Es que solo nos interesa la novedad? ¿Nos cansamos tan pronto de lo conocido? Entonces ¿es verdad que devoramos noticias ansiosamente sin pararnos a calcular la trascendencia de las mismas? Me da pánico pensar en que el camino no tenga paradas, silencios, descansos del bombardeo, reflexión necesaria, que nos permita digerir cada una de las notas que nos llegan de lejos, para poder comparar y escoger con claridad, cuales son las cosas urgentes, las que afectan a más seres, las más evidentemente duras, de otras en las que invariablemente los diarios y otros medios utilizan y manipulan con el único fin de distraernos de lo “importante”.

martes, 12 de mayo de 2009

Cerrando cicatrices

Que puedo hacer con tu pasado donde voy a mirar que no lastimes mi recién estrenada autonomía parece que has contagiado de amargura las orillas del amanecer que ando buscando
Controlo las excusas y coloco el recuerdo maldito en un baúl que espero no me siga en este inicio ya que tiene prohibido su retorno Quieren volver infatigablemente las luces que atraías a tu paso y si llegan a acercarse demasiado se confunden de pasaje, por no saber reconocer en mí las consignas de amor que nos unían
Solo quiero demostrarme que sin ti seré también recipiente del amor aunque me haya provisto lo vivido de matices que quedarán conmigo Y es que no sé porque sigo lanzando mi voz al etéreo son de un llanto si no salí jamás de mi mutismo en torno a la dificultad que nos acabó agotando No estoy segura con esta cicatriz que a veces sangra si pierde la armonía, cerró en falso quizás en aquel día que presintiendo el desafío huyó por estar repleta de un cruel y silencioso frío.