viernes, 23 de abril de 2010

REGINA BRETT - CALIDAD DE VIDA

"Antes de mi carrera como escritora, he trabajado como camarera, ayudante de ambulancia, consejera de alcoholismo, secretaria legal y por un tiempo recogí los cuerpos de una funeraria. Soy de una familia de 11 hijos. Crecí en un pequeño pueblo de Ohio, donde me perdí en un montón de rodeos en mi vida. Los dos desvíos más inesperados en mi vida fueron convertirme en madre soltera a los 21 y en sobreviviente de cáncer de mama a los 41. Fueron los regalos más increíbles de mi vida y me enseñaron muchas de estas lecciones de la vida".
(Escrito por Regina Brett, columnista de "The Plain Dealer", Cleveland, Ohio) "Para celebrar la llegada a mi edad avanzada escribí unas lecciones que me ha enseñado la vida".

La vida no es justa, pero aún así es buena.

La vida es demasiado corta para perder el tiempo odiando a alguien.

Tu trabajo no te cuidará cuando estés enfermo. Tus amigos y familia sí. Mantente en contacto.

No tienes que ganar cada discusión. Debes estar de acuerdo en no estar de acuerdo. Llora con alguien. Alivia más que llorar solo.

Cuando se trata de chocolate, la resistencia es inútil.

Haz las paces con tu pasado para que no arruine el presente.

No compares tu vida con la de otros. No tienes ni idea de cómo es su travesía.

Si una relación tiene que ser secreta, mejor no tenerla.

Respira profundamente. Eso calma la mente.

Elimina todo lo que no sea útil, hermoso o alegre.

Lo que no te mata, en realidad te hace más fuerte.

Nunca es demasiado tarde para tener una niñez feliz. Pero la segunda sólo depende de ti.

Cuando se trata de perseguir aquello que amas en la vida, no aceptes un "no" por respuesta.

Enciende las velas, utiliza las sábanas bonitas, ponte la lencería cara. No la guardes para una ocasión especial. Hoy es especial.

Sé excéntrico ahora. No esperes a ser viejo para serlo.

El órgano sexual más importante es el cerebro.

Nadie es responsable de tu felicidad, sólo tú.

Enmarca todo supuesto "desastre" con estas palabras: "En cinco años, ¿esto importará?"

Perdónales todo a todos.

Lo que las otras personas piensen de ti, no te incumbe.

El tiempo sana casi todo. Dale tiempo al tiempo.

Por más buena o mala que sea una situación, algún día cambiará.

No te tomes todo tan en serio. Nadie más lo hace.

No cuestiones la vida. Sólo vívela y aprovéchala al máximo hoy.

Llegar a viejo es mejor que la alternativa.....morir joven.

Todo lo que verdaderamente importa al final es que hayas amado.

Sal todos los días. Los milagros están esperando en todas partes.

Si juntáramos nuestros problemas y viéramos los montones de los demás, querríamos los nuestros.

La envidia es una pérdida de tiempo. Tú ya tienes todo lo que necesitas.

Lo mejor está aún por llegar.

No importa cómo te sientas... arréglate y preséntate.

La vida no está envuelta con un lazo pero sigue siendo un regalo.

sábado, 3 de abril de 2010

ESTA JUNTO A NOSOTROS

La vida de mucha gente, no de toda, presenta en sus comienzos miles de argumentos que motivan la continuación a ciegas de la aventura que nos ofrece la existencia. Somos niños y dejamos a nuestros cuidadores la tarea responsable de que conviertan en algo ese pequeño mundo que nos parece divertido y lleno de curiosidades por descubrir.
Pasan los años, y en nuestra cabeza se van formando ideas, dejando a un lado para siempre, la actitud inevitable de recibida, obsequios ofrecidos libremente por parte de quien nos dio la vida y que la sensación dependiente de nacer, permitió que los acogiéramos con toda la gratitud del mundo. Nuestra mente y nuestro cuerpo empiezan a dar las señales de independencia necesarias que nos ayudaran a completar el proceso de crecimiento que la naturaleza tiene guardado para nosotros. Durante una época sufriremos cambios que someterán nuestra personalidad a grandes pruebas de estabilidad. La adolescencia prepara nuestras mentes para cambios trascendentes en nuestras ideas, los vínculos creados hasta ese momento con nuestro entorno, determinarán en gran medida la resolución que adoptemos para enfrentarnos a está nueva forma de relacionarnos, es decir, como individuo independiente. Hasta este momento, probablemente hayamos sido una preocupación importante al menos para una persona, quizás dos, a las que hemos visto esforzarse y preocuparse por todas aquellas cosas que podían afectar o trastornar nuestro pequeño mundo. De inmediato, nos veremos insertos en distintos grupos humanos que conformarán de forma decisiva la opinión del mundo que nos rodea. El ambiente familiar, el entorno social, o el mundo laboral, revierten en nosotros las múltiples opciones que se nos ofrecen y que antes o después nos veremos obligados a “elegir”. En esta parte del camino es donde comienza un nuevo mundo lleno de consecuencias. Nuestras decisiones deberán ser tomadas con toda la responsabilidad sobre los efectos causados por las mismas, porque en el caso de que la decisión sea equivocada seguramente tardaremos en descubrirlo, en aceptarlo, o en remediarlo. Y así iremos acertando o errando durante una vida, que nos colmará de experiencias que marcarán nuestra personalidad hasta el punto de definir nuestro espacio en la sociedad. Estas experiencias serán definitivas para conseguir o fracasar en la búsqueda de la armonía que permita estabilizar nuestro mundo interior. Pero a lo largo de este camino que es la vida, pocas personas o nadie nos hablaron jamás de la soledad. Quizás si, topamos con ella en alguna circunstancia especial de nuestras vidas, pero seguramente la vimos tan lejana que la olvidamos pronto. No hablo en ningún caso de ese tipo de soledad escogida y deseada que a veces todos hemos necesitado. Hablo de esa soledad que llega como un puñal a nuestras vidas, de esa soledad que siempre pensamos era enfermedad de los demás, esa que nos siguió de cerca, cuando tuvo pruebas de nuestra debilidad. La misma que hizo sentir el frío en nuestro cuerpo, cuando el calor del sol apuntaba a la espalda, esa que vació de esperanza nuestros ojos, cuando las fuerzas aún guardaban algún impulso vencedor. La que hace sentir a quien la alberga, el olvido de los suyos, de quien con él vivió y frecuentó. Esa que no admite la luz de una sonrisa porque el miedo le roba la humanidad. La misma que alguna vez rozó nuestra esperanza y pasó de largo disfrazando su visita de casualidad. Ese estado al que llegamos, después de encarnizada lucha por evitarlo, abrumados quizás por espejismos que lo hacían imposible, desconcertados al comprobar que encuentra sitio entre nosotros, con intención cruel y con esa increíble seguridad de que nos ha hecho suyos. Llega, cuando encuentra lo que busca, cuando ve que su alimento en nuestro cuerpo, se encuentra asegurado. Llega y destroza lo que toca, revienta la vida, las ilusiones, los misterios...que aún nos quedan por descubrir. Acostumbrados a relacionarnos con el mundo, una vez en su poder, nos sentimos víctimas impotentes, pequeños, ante una realidad que somete nuestro alma vistiéndole de fracaso. Fracaso... la palabra que nunca quisimos invitar a nuestras vidas, huyéndole como a la misma muerte, sin querer admitir que es inherente a nuestra naturaleza, aunque no definitivo, y que solo en su aceptación podemos abrir la puerta a una nueva lucha.