viernes, 25 de octubre de 2013

Afra Martinelli, misionera


El pasado 26 de septiembre en Ogwashi-Ukwuada (Nigeria) fue asesinada la misionera laica Afra Martinelli, con 78 años. De origen italiano, dirigía un centro de estudios de informática llamado Regina Mundi y había fundado un grupo de animación para jóvenes, Catholic Servant of Christ. Llevaba en Africa, 32 años. 
Con ocasión del día del Domund, celebrado el 20 de octubre, el papa Franscisco evocaba a esta misionera, por una vida entregada a los demás, en silencio, sin ruido, y recordaba el trabajo inmenso de los misioneros, para que estuvieramos más cerca de ellos en esa jornada.
 
Durante el rezo dominical del Angelus en la plaza de San Pedro el papa decía : "Pienso en tantas, en todas las mujeres que rezan y que no se cansan nunca, recordemos a estas mujeres que son testimonio de fe, valor y de modelo de oración".
 
Me resultan admirables la fe y el valor que tantos misioneros demuestran, rindiendo día a día, volcando su esfuerzo en predicar la palabra de Dios, y me parece encomiable ese trabajo humilde, dotado de la generosidad más grande que un ser humano puede mostrar, que es entregar su vida, el bien más preciado, por una idea del mundo distinta a la mayoría, por un compromiso, supongo, que late en su corazón con más fuerza, seguramente por un sentimiento tan elevado como su nobleza, del amor al prójimo.
 
Estas vidas consagradas a las necesidades de los demás, son tan excepcionales, que en muchos casos, en ciertos países donde la identidad religiosa no es respetada, entregan su vida, es decir tanto, como que la liberación que alcanzan no tiene nada que ver con la materia, ni con muchos valores que hoy en día manejamos.
 


Al poco de comenzar este blog, escribí una entrada dedicada a sor Leonela Sgorbati, otra religiosa, también italiana, asesinada en Somalia en el año 2006. A Afra la asesinaron para robar, a Leonela en una revuelta ocasionada por motivos políticos. En cualquier caso, dos vidas entregadas a una misión valiente, necesariamente convencidas de que su lugar en este mundo debía estar allí, con los necesitados, en el sitio que creían que podían ofrecer ilusión y esperanza.
 
Impresiona saber que tanto musulmanes como cristianos lloraron por ellas... impresiona saber que en el amor, en la humildad y en el coraje de cada uno de estos corazones, va impresa la única verdad, la que vence por sí sola, no importa el color, la raza, la religión, sino la calidad humana a la hora de compartir, de ayudar al afligido, al desposeído, a todos aquellos a los que el mundo decidió darles la espalda.
 
Gracias a ellas, a Afra, a Leonela, y a todos esos misioneros "invisibles" que en su trabajo callado, dotan a este mundo de una energía milagrosa solo explicable por la fuerza del amor, del amor más profundo y desinteresado.

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